La Izquierda del Siglo XXI. La Izquierda Libertaria.

18 de septiembre de 2006

La Izquierda Conservadora (V)

Me fijo, no en las vanguardias hábiles, que saben proteger sus malos métodos con astucia, sino en el espacio del consenso mayoritario sobre la existencia de una democracia burguesa de la que consentidamente, o de modo tácito, es la mayoría que acepta el marco de una sistema que garantiza cierto grado de libertad la que marca la distancia entre este sistema y uno totalitario, que la hay. Entre esa mayoría son muchos los que realmente creen, y sienten, la Democracia, no como un marco jurídico estable o el menos malo de los sistemas posibles, sino como un progreso social que puede ampliar las cuotas de libertad de la ciudadanía y, por ende, la plenitud de sus vidas.

La libertad: un concepto que no choca con ningún otro. Libertad para las clases medias, opresión para las clases bajas y delito para las clases altas que observan como la red de la ley sólo atrapa las moscas y es rota por los pájaros mas grandes. Las clases altas viven en el delito, tanto éticamente como, en su inmensísima mayoría, legalmente. Aprovechan del sistema sus múltiples vericuetos y proceden a la acumulación de sus "bienes" allí donde el sistema les de mayores garantías de que se mantendrá el status quo sobre sus derechos como clase. Derecho a no pagar impuestos, derecho a acumular la riqueza, derecho a la explotación del trabajo ajeno, derecho a ser servidos por las clases medias y bajas, derecho a un mutualismo con la ahora llamada clase política que enferma a ambas, mal llamadas, "élites".

Y a pesar de ello, para las grandes mayorías, desde la clase media baja, hasta la clase media alta, sólo existen diferentes regímenes de oportunidades que condicionan su elección sobre lo que llaman bienestar y que no es otra cosa que la cultura del deseo del ocio. No se cuestiona el derecho al tiempo, al modo en que las vidas pueden y deben ser profundamente vividas, sino que se trabaja y se duerme para el ocio. El ocio sin cursiva, el ocio como la forma a la que se reducen todos los momentos de la vida no vivida, la vida por venir.

Goza, esta, de una sola influencia, la de si misma, la de la mayoría. Los unos a los otros se proporcionan los medios de subsistencia cultural entre los que se encuentra el continuo cambalache de modos de ser y de hacer, de tener unas y otras opiniones, de realizar la transacción de la mayoría de su tiempo por los instantes que merecen ser recordados ante otros. La vida plena la alcanzan muy pocos, sólo los que pueden comprar el tiempo de sus vidas. No se si se lee ya "Momo" en los colegios, pero los hombres grises, siguen ahí fuera consumiendo los últimos momentos de una sociedad que necesita urgentemente de una revolución, antes, mucho antes, de que el deterioro del propio sistema sólo provoque revueltas que se resolverán en el consabido mecanismo de acción-reacción. Y ya estamos hartos de ello.

Esta es la principal novedad de ser revolucionario y de izquierdas. De conservar los valores, ampliar las ideas, y pensar con respeto, pero con celo, en las grandes mayorías. No ha de haber ningún momento señalado para identificar el tiempo en el que todas las cosas dejen de estar del revés sino, sencillamente, darse cuenta de que la revolución ya ha comenzado, que en la comunicación entre los seres humanos ya se han sentado las bases para que todos los principios puedan ser logrados y que, tan sólo dependiendo del ánimo de la sociedad para consigo misma, se progresará globalmente o se repetirá el último ciclo de la historia hasta el fin de esta.

Vivimos, por primera vez en la historia de la humanidad, en un mundo que puede destruirse a si mismo, con bombas atómicas, con centrales nucleares. Y, sin embargo, vivimos, sin apocalipsis, en un mundo que tiene la oportunidad de transformarse ya, era para hoy, era para ayer, en un mundo de ideas, en las revoluciones tranquilas. Llevemos la vida llena de tiempo. El futuro puede comenzar hace un instante.