La Izquierda del Siglo XXI. La Izquierda Libertaria.

27 de septiembre de 2006

Cuatro aportes concretos a la civilización del carro

1) El límite máximo en los coches a 130 Km\h. ¿Por qué vender coches fabricados para romper las leyes? ¿Por la misma razón que la Asociación del Rifle en EEUU prohíbe la prohibición de las armas, argumentando que es un derecho, y no una obligación, el matar a otro ser humano? Limitadores de velocidad para que los conductores no se maten los unos a los otros, unas familias contra otras en las autopistas, unos individuos cargados de armas, a veces de alcohol, a veces de drogas,a veces de desidia, que dan y se dan muerte cada día en las carreteras.

2) La peatonalización de los centros históricos de las ciudades. Que las gentes recuperen el espacio primordial que ahora se le otorga a la máquinas. Ciudades para el transporte público en todas sus variantes, para el metro, el autobús y también los tranvías. Construir los nuevos barrios y ciudades para los paseantes, no para los automóviles. Construir pensando en que el coche se dejará en un parking que enlace con el transporte público. Y que los barrios más antiguos y los barrios más nuevos sean sólo para el que anda y hace ciudad a su paso.

3) Repensar el asfalto. Que todas las vías tengan árboles y jardines. Que todas las autopistas tengan carriles para las bicicletas y para el que camina, el que anda y el que pasea. Y naturaleza, no sólo en las lindes, sino hasta el horizonte. Que el transporte se piense para los seres humanos. Que se vuelvan a construir, tan bien como hace dos mil años, calzadas romanas. Así seremos personas y no carnets de conducir.

4) Que regresen las personas de los lugares por las aceras. Jamás en camilla. Que ninguna tienda esté lejos de donde vivan los hombres. Que se pierdan los centros comerciales en el interior de las ciudades. Que las calles se llenen de la vida que ahora se encierra en los pasillos y en las escaleras mecánicas. Que vuelvan las sillas a las puertas de las casas y los bancos sean sobre todo los sitios donde la gente descansa y no donde venden su vida a cambio de unas migajas de ocio. Que se haga al fin realidad aquel cartel anarquista: Nuestra felicidad llegará cuando trabajemos para la colectividad y no para los bancos.

25 de septiembre de 2006

Tres Ideas para tener Democracias Tranquilas

1) La Inmigración: Español es quien vive en España. Español es quien quiere. No hay que "integrar" a los inmigrantes, sino considerarlos españoles, porque no hay prácticamente cultura que no haya estado en España o en la que un español no haya estado. Desde América, del Norte y del Sur, hasta Asia, desde África hasta el Ártico. A diferencia de algunas estrellas del deporte que fijan su residencia en los paraísos fiscales, los inmigrantes trabajan, comen, dan de comer, duermen y sienten en España, por tanto los que sabemos que este no es el país que se inventaba la dictadura, sino el lugar de encuentro de tantas culturas a lo largo de los siglos, y de ello somos producto, no del guión del NO-DO, consideramos españoles, o sea, conciudadanos, a los inmigrantes. Conciudadanos de un mismo país, del mismo mundo. Y para que no suceda lo que en Francia y ardan miles de coches y haya que llamar al miedo "convivencia", es su derecho y nuestra obligación considerar sus culturas parte de la cultura que hemos de tener en la Democracia. Así han de ser apoyados a que tengan sus Casas Regionales, como en muchos sitios las tienen gallegos y andaluces, extremeños y vascos, las ha de tener Marruecos, Ecuador, Argentina, Rumanía, o por continentes, Centro Cultural de las Américas, de las Áfricas, de las Europas. Y no sólo en las grandes ciudades, sino en todo lugar donde empiezan a formar sus comunidades, en los pueblos, contando con ellos a la hora de programar los festejos municipales, haciendo días de la Cultura, celebrando que estén entre nosotros tantos colores y tantos lenguajes.

2) La sociedad civil. Promover el asociacionismo, el sindicalismo, promover la cultural civil entre los jóvenes más que el deporte, no en vez que el deporte. Un Gobierno verdaderamente democrático debería de estar plenamente orgulloso de que la ciudadanía se movilizara, se asociara, protestara, encontrara oposición no en los telediarios sino en debate ciudadano diario, no en el parlamento sino en las asambleas de iguales. Ningún gobierno lo hace. Ningún gobierno desea hacer a la sociedad fuerte. Con esto se le da a las derechas liberales que imploran la palabra sociedad con el único significado de mercado. Y con esto las izquierdas aseguran tener la capacidad de regenerarse y nunca traicionar a aquellos a los que dicen defender, a todos, a los todos que frente a unos pocos con mucho poder somos débiles. La derecha gobierna siempre. Gobierna su ideología en la mente de muchos seres humanos, dominan sus valores para mantener adormecidos a los iguales, someten el secretismo de sus acciones al silencio sordo de los que se abstienen de pronunciar las palabras política, ciudad, sinónimos de Democracia, los antónimos de Bolsa, Mercado.

3) La civilización. Sólo son civilizados aquellos que vuelven y vuelven a enriquecer sus orígenes. Nadie lleva la civilización a otro lugar que a su Patria, al lugar donde vive. Así nada ha civilizado ningún conquistador, ningún empleado de ningún imperio. Las civilizaciones existen en el espacio entre dos guerras. Entonces es cuando vuelven a Roma o a Venecia los viajeros. Vuelven de Oriente a Occidente, vuelven la cabeza de sus compatriotas hacia un mar que no se acaba, hacia una tierra que no es plana y cada océano refleja el cielo. Todo lo nuevo es maravilloso, existe ese don natural en los seres humanos de valorar la belleza de la diferencia antes de que los mercaderes trafiquen con los sueños. Entonces todo se pudre, todo se cubre del lodo de la malicia y las monedas se cambian siendo una el envés de la otra. Civilizar es conocer la Historia de otras civilizaciones, no tachar su pasado, no reescribir el presente hasta que llegan los rebeldes o el poder, siempre inasible del todo en las manos de los pocos, se pierde y con ello pierden a sus sociedades. Civilizar es regresar. Traer de vuelta lo mejor de los otros a los corazones de muchos. La democracia entonces es civilización, lugar donde todos se encuentran diferentes y encuentran en cualquier otro un lugar en el que ser más los muchos. A esto los que no son otra cosa que animales que tienen palabra lo mutan en sistema, en mero intercambio, nunca justo, siempre igual. Hay que entenderlo, civilización la hay en las antípodas del poder.

23 de septiembre de 2006

La ficción de los hombres con camino.

Vota, pero escucha:

"En las agrupaciones de tipo político, todo viene impuesto de arriba pese a la ficción democrática. Son los gobiernos, son los jefes, son las juntas, son los comités los que dan la orden, tienen el poder, la iniciativa, las ideas, la acción."

"En las asociaciones de tipo social las iniciativas proceden de abajo y de abajo proceden las ideas, la fuerza y la acción. Así se hacen los hombres libres, así se sueltan a andar"

Tuve, en vísperas de las pasadas elecciones, la humorada de asomarme al paraíso de cierto teatro donde se celebraba un mitin electoral. Era para mí un espectáculo nuevo en el que tomaban parte antiguos amigos de amplias ideas con gentes nuevas de limitadísimas orientaciones. Salí de allí con la cabeza caliente y los pies fríos. Tuve que soportar una regular jaqueca de providencialismo político y, naturalmente, sufrí las consecuencias. Estoy maravillado. No pasan días por las gentes. No hay experiencia bastante fuerte para abrirles los ojos. No hay razón que los aparte de la rutina.

Como los creyentes que todo lo fían a la providencia, así los radicales, aunque se llamen socialistas, continúan poniendo sus esperanzas en los concejales y diputados y ministros del respectivo partido. «Nuestros concejales harán esto y lo otro y lo de más allá.» «Nuestros diputados conquistarán tanto y cuanto y tanto más.» «Nuestros ministros decretarán, crearán, transformarán cuanto haya que decretar, crear y transformar.» Tal es la enseñanza de ayer, de hoy y de mañana. Y así el pueblo, a quien se apela a toda hora, sigue aprendiendo que no tiene otra cosa que hacer sino votar y esperar pacientemente a que todo se le dé hecho. Y va y vota y espera.

Tentado estuve de pedir la palabra y arremeter de frente contra la falaz rutina que así adormece a las gentes. Tentado estuve de gritar al obrero allí presente y en gran mayoría:

«Vota, si, vota; pero escucha. Tu primer deber es salir de aquí y seguidamente actuar por cuenta propia. Ve y en cada barrio abre una escuela laica, funda un periódico, una biblioteca; organiza un centro de cultura, un sindicato, un círculo obrero, una cooperación, algo de lo mucho que te queda por hacer. Y verás, cuando esto hayas hecho, como los concejales, los diputados y los ministros, aunque no sean tus representantes, los representantes de tus ideas, siguen esta corriente de acción y, por seguirla, promulgan leyes que ni les pides ni necesitas; administran conforme a estas tendencias, aunque tu nada les exijas; gobiernan, en fin, según el ambiente por ti creado directamente, aunque a ti maldito lo que te importe de lo que ellos hagan. Mientras que ahora, como te cruzas de brazos y duermes sobre los laureles del voto-providencia, concejales, diputados y ministros, por muy radicales y socialistas que sean, continuarán la rutina de los discursos vacíos, de las leyes necias y de la administración cominera. Y suspirarás por la instrucción popular, y continuarás tan burro como antes, clamarás por la libertad y tan amarrado como antes a la argolla del salario seguirás, demandarás equidad, justicia, solidaridad, y te darán fárragos y más fárragos de decretos, de leyes, reglamentos, pero ni una pizca de aquello a que tienes derecho y no gozas porque ni sabes ni quieres tomártelo por tu mano.

«¿Quieres cultura, libertad, igualdad, justicia? Pues ve y conquístalas, no quieras que otros vengan a dártelas. La fuerza que tú no tengas, siéndolo todo, no la tendrán unos cuantos, pequeña parte de ti mismo. Ese milagro de la política no se ha realizado nunca, no se realizará jamás. Tu emancipación será tu obra misma, o no te emanciparás en todos los siglos de los siglos. Y ahora ve y vota y remacha tu cadena.» Ricardo Mella. Periódico "Solidaridad Obrera", Gijón, 25-XII-1909 En la web "La Cueva de Zaratustra".

Casi cien años después, las palabras de Ricardo Mella sobre el voto, la democracia, y su forma de proponer la construcción de una sociedad civil, tienen toda la plenitud de la vigencia de un siglo en el que al mundo le ha pasado de todo para que la gente siga creyendo que no pasará nada. Es incontable el número de personas que a lo largo de la Historia han tenido 'razón', han intentado enseñar, iluminar, poco a poco, el camino a otros seres humanos para que la senda tuvieras principios y un recorrido tan largo como la línea recta en la que no hay atajo que la concluya. Y sin embargo, después de miles de años, de miles de millones de personas naciendo y muriendo, pensando que la vida era una atajo a la eternidad o a la nada, las sociedades se siguen construyendo con la misma substancia que Ricardo Mella declara, vota pero escucha.

De una anarquista siempre podemos aprender todos. Ricardo Mella lo fue. Si los partidos fueran un producto de la sociedad y no al revés, como rubrican, cada viernes, los gobiernos, hasta las gentes de derechas podrían llegar a creer en una revolución que ningún daño les hiciera. Sólo los elementos psicóticos de la sociedad, aquellos que construyen su identidad sobre la identidad de otros, pisándola, pueden oponer sus egos a las revoluciones tranquilas, a la permanencia del cambio social que se construye, o no, ¿a quien le importa?, día a día, en cualquier pueblo, en cada ciudad. No nos cambiemos por ellos. Si la sociedad no es como nosotres, seamos nosotres la sociedad. Cualquier otros camino que no recorra la democracia es una ficción en la que los que hombres son lo que no son y la sociedad cree ser lo que no es. Como en la 'leyenda' anarquista, no la vendamos, a la democracia, como a una mercancía.

19 de septiembre de 2006

Cinco Ideas para hacer Democracias Tranquilas

1) Aplicar el principio de que una persona sólo puede votar una vez. O sea, que los votos en Cuenca no valgan diferente que en Santander. O que en Madrid y Canarias. Es un principio básico que produce un desinterés, o una falta de implicación, en la Democracia por parte de muchos ciudadanos. Las leyes básicas de la Democracia, que a todos nos han enseñado desde pequeñitos, se ven "corregidas" por la Ley de D'Hont y la importancia, no de votar, sino, lo que es más importante, de vivir en una Democracia, se ausenta cuando se aplican mecanismos que favorecen a las mayorías y que envían, cientos de miles de votos, por ejemplo en el caso de Izquierda Unida, no al cubo de la basura, pero sí al desván.

2) Que no haya que elegir entre votar al desván o al salón de los pasos perdidos. Así llaman los diputados en el Congreso a ese lugar que no es la cafetería. Circunscripciones sí, pero adscribiendo los diputados a los distritos post-electoralmente. O con distritos directamente y una circunscripción grande llamada España que corrigiera la escasa representatividad de, Izquierda Unida, otra vez de ejemplo, que consigue más de un millón de votos y únicamente 5 diputados. Y luego resulta que los diputados, de cualquier partido, en el congreso no tienen más responsabilidades individuales que las que les otorga su grupo parlamentario, no parecen especialmente comprometidos con las provincia por las que han salido elegidos y no disponen de los medios que a todos nos deberían parecer medio normales para que pudieran desempeñar bien su función. Sedes en las circunscripciones, personal a su cargo, retribuciones más altas, en fin todas esas cosas que el franquismo sociológico rechaza porque ya que tienen una Democracia, por lo menos que esa Democracia no cueste dinero...

3) ¿Para qué sirve el Senado? Para mantener, ahí sí, la Ley D'Hont, incluso corregida a favor de las Comunidades que menos población tienen, pero más municipios o circunscripciones electorales. Ahí el peso de los partidos regionalistas y nacionalistas sí es justo, si esta se convierte en una Cámara Territorial. Así el Senado pasaría a ser la cámara principal en todos aquellos asuntos que requirieran del acuerdo de una o más comunidades o que afectaran a las competencia autonómicas. El Parlamento contaría con igual peso en todos los asuntos de estado y en la mayoría de las leyes, pero se reequilibraría el peso que tienen los partidos nacionalistas y regionalistas en la formación de mayorías de gobierno. Esto que suena simplemente bien, es esencial. La mayoría de los españoles, hilando muy fino, de los que antes que ninguna otra cosa, de su patria chica o ciudadanos del mundo, se consideran españoles, han desarrollado un odio, pueril, adolescente, pero tremendo, contra vascos, catalanes y cualquier partido cuyas siglas no les suenen mucho. Y esto quien se siente vivir políticamente en la periferia del centro legislativo, Madrid, no lo entiende. No entiende que se vote por los intereses propios, por tener las administraciones más cercanas, por conocer a los políticos no por las siglas de los partidos, sino por unos nombres y apellidos que hablan su lengua. Y equivocadamente se sigue hablando de "Madrid" cuando hay un estado ya muy descentralizado entre las administraciones locales, las autonómicas y las europeas. Sin embargo la animadversión continua porque se vota sin leer los programas electorales, se vota, exclusivamente, con el ánimo. Y es un ánimo poco saludable votar en contra de.

4) Votemos a favor. Votar a favor es infinitamente más difícil que votar en contra. Hay que saber de qué se está a favor. De qué principios. De qué efectos, profundos tiene en la sociedad la puesta en marcha de un programa político. De qué intereses humanos se protegen, o se desabrigan, en caso de estar a favor de una u otra cosa. Y al final de todo ello está el egoísmo inteligente: si nuestros principios y valores, para unos sustantivos en el ejercicio al voto, para otros un simple derecho a la libertad de expresión, el votar, qué sociedad van a dar como resultado. ¿Viviremos mejor o peor si viven mejor o peor nuestros conciudadanos? Esta es la pregunta que bien respondida ha de dejar a la derecha con no más de media docena de diputados en toda España. Media docena porque en toda encuesta están los que no saben y contestan y las olimpiadas de esa metodología se substancian, demasiado a menudo, precisamente el día de las elecciones.

5) Vivir sin partidos de derechas tranquilizaría mucho a nuestra mundo. Y es que resulta curioso que el bipartidismo político sea la continuación de las guerras civiles, en todos los países, por otros medios. Sólo así se explica que haya que bipolarizar las democracias entre dos tendencias ,a menudo hacia una de derechas y otra más de derechas aún, como en Estados Unidos. Siendo la derecha tan real, tan crudamente "realista" en sus ideas de cambiar la sociedad a cambio del mercado, cambalache, cómo es posible que tengan un respaldo electoral ininteligible para los intereses, primero de la inmensa mayoría de los que les votan y, segundo, para la mayoría minoritaria de los que no votan. Sólo la famosa frase de Clausewitz de que la política es la continuación de la guerra por otros medios explica que se puedan aplicar políticas económicas como las que se hacen con el consentimiento o el asentimiento tácito de las mayorías. Votan en contra de sus propias vidas, en contra de lo que han sido y en contra de lo que serán en la próxima crisis económica.

18 de septiembre de 2006

La Izquierda Conservadora (V)

Me fijo, no en las vanguardias hábiles, que saben proteger sus malos métodos con astucia, sino en el espacio del consenso mayoritario sobre la existencia de una democracia burguesa de la que consentidamente, o de modo tácito, es la mayoría que acepta el marco de una sistema que garantiza cierto grado de libertad la que marca la distancia entre este sistema y uno totalitario, que la hay. Entre esa mayoría son muchos los que realmente creen, y sienten, la Democracia, no como un marco jurídico estable o el menos malo de los sistemas posibles, sino como un progreso social que puede ampliar las cuotas de libertad de la ciudadanía y, por ende, la plenitud de sus vidas.

La libertad: un concepto que no choca con ningún otro. Libertad para las clases medias, opresión para las clases bajas y delito para las clases altas que observan como la red de la ley sólo atrapa las moscas y es rota por los pájaros mas grandes. Las clases altas viven en el delito, tanto éticamente como, en su inmensísima mayoría, legalmente. Aprovechan del sistema sus múltiples vericuetos y proceden a la acumulación de sus "bienes" allí donde el sistema les de mayores garantías de que se mantendrá el status quo sobre sus derechos como clase. Derecho a no pagar impuestos, derecho a acumular la riqueza, derecho a la explotación del trabajo ajeno, derecho a ser servidos por las clases medias y bajas, derecho a un mutualismo con la ahora llamada clase política que enferma a ambas, mal llamadas, "élites".

Y a pesar de ello, para las grandes mayorías, desde la clase media baja, hasta la clase media alta, sólo existen diferentes regímenes de oportunidades que condicionan su elección sobre lo que llaman bienestar y que no es otra cosa que la cultura del deseo del ocio. No se cuestiona el derecho al tiempo, al modo en que las vidas pueden y deben ser profundamente vividas, sino que se trabaja y se duerme para el ocio. El ocio sin cursiva, el ocio como la forma a la que se reducen todos los momentos de la vida no vivida, la vida por venir.

Goza, esta, de una sola influencia, la de si misma, la de la mayoría. Los unos a los otros se proporcionan los medios de subsistencia cultural entre los que se encuentra el continuo cambalache de modos de ser y de hacer, de tener unas y otras opiniones, de realizar la transacción de la mayoría de su tiempo por los instantes que merecen ser recordados ante otros. La vida plena la alcanzan muy pocos, sólo los que pueden comprar el tiempo de sus vidas. No se si se lee ya "Momo" en los colegios, pero los hombres grises, siguen ahí fuera consumiendo los últimos momentos de una sociedad que necesita urgentemente de una revolución, antes, mucho antes, de que el deterioro del propio sistema sólo provoque revueltas que se resolverán en el consabido mecanismo de acción-reacción. Y ya estamos hartos de ello.

Esta es la principal novedad de ser revolucionario y de izquierdas. De conservar los valores, ampliar las ideas, y pensar con respeto, pero con celo, en las grandes mayorías. No ha de haber ningún momento señalado para identificar el tiempo en el que todas las cosas dejen de estar del revés sino, sencillamente, darse cuenta de que la revolución ya ha comenzado, que en la comunicación entre los seres humanos ya se han sentado las bases para que todos los principios puedan ser logrados y que, tan sólo dependiendo del ánimo de la sociedad para consigo misma, se progresará globalmente o se repetirá el último ciclo de la historia hasta el fin de esta.

Vivimos, por primera vez en la historia de la humanidad, en un mundo que puede destruirse a si mismo, con bombas atómicas, con centrales nucleares. Y, sin embargo, vivimos, sin apocalipsis, en un mundo que tiene la oportunidad de transformarse ya, era para hoy, era para ayer, en un mundo de ideas, en las revoluciones tranquilas. Llevemos la vida llena de tiempo. El futuro puede comenzar hace un instante.

16 de septiembre de 2006

La Izquierda Conservadora (IV)

Una Democracia que no alcanza los fines para los que ha sido creada, o sea lo que en este país se llamó República, y Ser Republicano, y lo que ahora podría ser reemplazado por el Ideal de cumplir y hacer cumplir la Constitución Española, en todos sus artículos, es una Democracia que camina hacia atrás, en la que la Constitución se convierte en algo jamás leído, y poco practicado, y en un concepto que sólo alcanza para que la derecha disgregue España, promoviendo el odio de los ciudadanos periféricos hacia el centro de la cultura política, y del centro a la periferia, que es la identificación de Madrid con España.

Disponemos de conceptos en nuestra Constitución, como el de "Comunidades" que harían viable proyectos comunes entre diferentes culturas, aceptando marcos como el del estado español, la igualdad de todos los ciudadanos entre nosotros en el espacio de un estado europeo y sin embargo, se hace "Constitución" sin Constitucionalismo. Se olvidan todos los derechos que nos otorga la mayor de las leyes y sólo se fija el consciente colectivo de esa empresa llamada España en aquellos puntos que violentan la idea, para muchos, de pertenecer a una comunidad común, llamada España, mejor llamada República Española, al fin y al cabo regiones de Europa.

El consciente olvido de lo que llaman "magna carta" se ha reducido a la sólida producción de una Democracia Amarilla, ni más ni menos. En un país con problemas de empleo, de vivienda, de hambre, de problemas culturales, de convivencia, de tolerancia, de mutuo respeto, se invoca no la militancia democrática, sino el militarismo de la ciudadanía en una "unidad" incomprensible para los que se sienten lejos de ese centro ante el cual ha de girar todo. Todo odio. Toda imposición. Toda tergiversación y manipulación. De ese modo fabrican el pasado y engañan a lo que ellos llaman "pueblo" y que no es otra cosa que el conjunto de gente que ignora que la España de los Reyes Católicos era más una confederación de estados, con fronteras entre sí y leyes completamente distintas, que un país que se hubiera forjado en un destino en lo universal.

El odio y lo que trae consigo, la ruina moral de la sociedad, tiene sus efectos en la violencia en la que se forja la identidad de las generaciones. Lo que supuso el corte generacional de los años ochenta y la llamada "transición" se encuentra hoy más en peligro que nunca. Despreciando brindar por el cava de Cataluña o instalando en la Conciencia Ciudadana que toda palabra en euskara suena a terrorismo, las nuevas generaciones se emparentan con las que vivieron el ánimo social de una guerra civil. No hay ese peligro, pero por el mero hecho de que no hay quien se atreva a pagar esa guerra. Todas las guerras son financiadas, todos los odios tienen una cuenta corriente, una rutina que se vierte como contaminación, que parece llegar de ningún sitio, fabricada por nadies.

La Democracia Amarilla, así se está llamando a sí misma, crece y se expande con las raíces de una generación ineducada, la del franquismo, en la que pocos llegaron a entender lo que era la libertad, hasta una generación en el mal educada, educada más por la televisión y por las relaciones grupales, que por el autoconocimiento de la personalidad propia, la libertad de elección y la búsqueda de ser conscientes de los diferentes que somos todos entre sí, y por lo tanto, del respeto que nos debemos los unos a los otros, de la igualdad social, educacional y económica en la que estamos en deuda,mutuamente, entre todos cada uno de los que habitamos en el mundo. Y ante todo ello los medios de comunicación de masas, en general, han optado por proteger más el estatus quo que una sociedad ineducada éticamente para la democracia les otorgaba, que haberse ofrecido como eje de la responsabilidad de que millones de personas forman su opinión, y de ello el lugar que ocupan en la llamada sociedad, a través de ellos, de sus mensajes, sus maneras y sus cabezas en bandejas de plata guardadas en tontas cajas.

La sociedad amarilla, se debe a ellos, nada han hecho. La impunidad de los medios que no conocen sus fines.

14 de septiembre de 2006

La Izquierda Conservadora (III)

Sin ciudadanos no hay democracia. Debería considerarse esta una frase hecha, tanto que pudiera ocupar el lugar que tienen los refranes en el imaginario popular. Pero vivimos tiempos, sobre todo en España, de escasez de ciudadanos, o de ciudadanos que lo sean en todas y cada una de las facetas de su vida. Ser un ciudadano se tacha con el altruismo de la urbanidad, ser un demócrata se anuda con el consenso tácito que que la Constitución no merece más que una ligera lectura de algunos principios y un mero repaso superficial o "político" del resto de los artículos, según interese a los interesados en el día político que a los ciudadanos nos toca vivir, sufrir. Así se desenvuelve la democracia en el tiempo: una sucesión de portadas en los periódicos y no en el ejercicio del libre derecho al acceso a la información y a las iniciativas que llevan los partidos al parlamento, y los gobiernos, a la práctica o al olvido.

Lo importante es que, de las miles de votaciones que se hacen en los órganos de representación de los ciudadanos en el estado, apenas sabemos de unas pocas decenas quienes somos lectores de periódicos, quizás el medio que podía mantenernos mejor informados. Nada sabemos de los debates, de las tomas de postura respecto a las mil y una cuestiones que nos afectan en la vida diaria, y no es intención de ningún gobierno, pero si de la Democracia, el que los ciudadanos tengan el máximo derecho a acceder a la información sobre los poderes públicos y las instituciones. De ese modo, por obra y gracia de los directivos de la televisión, tenemos peores telediarios que hace diez años, incluso menos costumbre de verlos, y, por supuesto, con cada vez peor información política. La vida política, para competir con las noticias de la prensa rosa y del deporte, se ha convertido en una sucesión de efectos espectaculares, de insultos, de tensiones venenosas en aquellos a los que logran influir con tal de pelear, en los "espacios" informativos, algo de tiempo a la crónica negra, a la crónica rosa y a la crónica deportiva, a la crónica en definitiva, del mundo de las apariencias.

Y hago esta distinción, nada debordiana, porque irrenunciable es, si se quiere ser revolucionario, reconocer que existe un lugar llamado Parlamento y que en el se discuten las cuestiones que día tras día afectan desde a decenas, o cientos de miles de ciudadanos, hasta a la totalidad de nosotros.

Hasta aquí la crítica, elaborar ante esta un sólo principio constructivo, la obligación que por ley tienen, tanto las televisiones privadas, como la televisión pública, de ser un servicio público. De, entre otras muchas cosas, la obligación de elaborar programas que propongan a la ciudadanía el acceso al conocimiento de sus derechos y obligaciones. Ahora, en tiempos de la TDT a nadie en TVE parece habérsele ocurrido que podría emitirse un canal que retransmitiera todas las sesiones parlamentarias, incluidas las de las comisiones, y a nadie en las Comunidades Autónomas parece que tal idea les haya transcendido de otra lado que no sea el de la imaginación.

Los medios de comunicación que en nombre de la libertad de expresión, y bien ejercida, fueron un obstáculo, o debieron serlo, para algunas maneras de hacer "política" se convierten cada día más en un obstáculo, no para esas formas de hacer política, sino para toda la Democracia en su conjunto. El papel que juegan ha superado ya al de interés de los favores debidos por sus propietarios a los gobiernos de turno y se han transformado en los árbitros de lo que merece ser considerado espectáculo, y por lo tanto tener unos minutos de tiempo en sus canales, y lo que merece ser despreciado, sencillamente porque no encaja en el imaginario social que la ideología de la comunicación de masas produce, propone y asienta en millones de personas.

Más que hacer nuestras vidas en una Democracia real, vivimos rodeados de espectadores de la ficción de unos minutos de democracia al día. Se equivocó Gobbels: si tienes un canal de televisión una mentira sólo necesita ser repetida una vez para que sea una verdad en sus millones de personas. Así pasa el tiempo, así pasan y pasan los días.

13 de septiembre de 2006

La Izquierda Conservadora (II)

Al paso al que va el mundo la Idea de una Izquierda Conservadora, de que ese es el camino de la Izquierda y no ninguna otra vía, parece un termino que, bien pensado, no ha de resultar contradictorio. ¿Que hay que conservar? Los valores de la Izquierda, la naturaleza de las personas en un mundo cada vez más alienante, el medioambiente, en todos los sentidos, en el que el individuo se desenvuelve día a día, la esperanza en un sistema garantista, que la derecha desmantela por principio, y que costó generaciones de luchas poner en pié. En un Occidente sin industria, al ritmo en el que hoy se asientan, se reproducen y se largan las transnacionales, como las cucarachas, Europa parece que será cada vez más un puro sector servicios en pocos años que una tejido productivo completo y ejemplar en los tres sectores. Incluso la Europa del Este vivirá igualmente en una generación la desmantelación de su tejido industrial al ritmo de vértigo en el que el Capitalismo va mutando mientras permanece el silencio, o el desinterés atronador de las mayorías, por sus propias sociedades y democracias.

"Izquierda Conservadora" no es el mejor eslogan para presentarse a unas elecciones. Nada hay de derechas en la elección de este concepto para lanzar ideas, pero si pretendo acercarme con ello a la severidad de las primeras izquierdas, las del final del siglo XIX y las de principios del siglo XX. Pienso, por ejemplo, que el voto ha de ser obligatorio y siendo obligatorio el voto, debe de existir el derecho a la objeción de conciencia a votar y que el ciudadano, desde el ciudadano de ética ácrata, hasta el ciudadano simplemente apático, deben de justificar porque renuncian su derecho. Pienso que el ciudadano para mantener todos sus derechos, la seguridad social o el carnet de conducir, deben de presentarse a un pequeño examen todos los años en el que se demuestre que conocen la Constitución y las Leyes, sus derechos y obligaciones, pienso que en la eterna adolescencia en la que el mercado cautiva a los ciudadanos el voto, además de obligatorio, debe de ser a partir de los 21 años, cuando ya hay una mínima madurez de las personas y que, mientras, se debe cumplir con un servicio social, no como la mili o la prestación social sustitutoria, la primera por militarista y la segunda porque quitaban puestos de trabajo, sino que el ciudadano, para serlo, debe de formar parte del corpus social e incorporar la solidaridad, como una obligación ética que tenemos ante el derecho a la solidaridad que tienen nuestros conciudadanos. Una vuelta de tuerca a la separación categórica entre derechos y obligaciones que predomina en el imaginario social de manera irresponsable, como una red en la que la bondad de unas minorías es solamente aprovechada para el ocio de las mayorías.

La Izquierda Conservadora, la izquierda substancial. Así pienso que o se fortalece a la sociedad civil o se asentará el status quo del capitalismo productor de la apatía vegetativa de los ciudadanos que no ejercen su derecho a un mundo mejor. Otro mundo es posible, un mundo sin democracias.

11 de septiembre de 2006

La Izquierda Conservadora (I)

Cada vez estoy más convencido de que la izquierda, la izquierda radical, debe tender, no al modelo revolucionario sesentayochista y marxista-leninista, sino al fundamental y substancial de los principios democráticos. Radicalizar la democracia, buscar en todos los resortes de la sociedad civil los principios substanciales que pueden producir, como una corriente tranquila, sin encauzar, el florecer de una nueva sociedad. El porvenir llega día a día, así es de sencillo. Por esto pienso que hay que desechar la idea de un corte absoluto entre democracia y revolución. La revolución, la verdadera revolución, es lograr que la democracia represente un cambio revolucionario real en las vida diaria de las personas. Siempre me gustó el concepto de "revolución permanente" que defendía Trotsky. Y pienso en los países que han accedido a la democracia, o que lo intentaron, en la revolución de los claveles o en la primavera de Praga; en Ucrania, o en la vida política de México o de Argentina. Y me parece innegable que las mayorías sociales, la mayoría de los ciudadanos de cada país, esperan, como así fue durante la transición española, que la democracia no les decepcione. Ante ello la única manera es mantener una progresión constante en los principios democráticos, conservar los valores del consenso en una sociedad en la que, aún habiendo clases, de un modo u otro todo el mundo convive, comulga o transige con las principales ideas fuerza de la democracia burguesa. Bien ¿que dicen ser demócratas? Demos democracia. Demos cada día el máximo de democracia. Sin partidismos, convencidos de que, de izquierdas o de derechas, educados en los principios democráticos, estos no pueden sino ir dando a luz a una tranquila revolución, una democracia substancial, un sistema en el que el Bien se piense radicalmente.

Este es el propósito de este Blog. Ir escribiendo una serie de entradas, que a modo de cartas, reflejen los aspectos que pienso más esenciales de la sociedad en la que vivimos. La alimentación, la publicidad, los medios de comunicación, la juventud, los derechos y obligaciones del individuo, el derecho positivo, la pedagogía, la sociedad civil, la constitución, la civilización occidental y la cultura, en un sentido que va desde el antropológico, hasta el que muestra Guy Debord en sus libros. Que la democracia no sea un espectáculo de las apariencias sino el medio ambiental del lenguaje de las ideas, de las ideas de todos y cada uno de los ciudadanos.

Muchos temas para tan pequeño propósito. Ser ciudadano y demócrata y por ende hacer sociedad y democracia. La Izquierda Conservadora, la Izquierda Revolucionaria.