La Izquierda del Siglo XXI. La Izquierda Libertaria.

19 de septiembre de 2006

Cinco Ideas para hacer Democracias Tranquilas

1) Aplicar el principio de que una persona sólo puede votar una vez. O sea, que los votos en Cuenca no valgan diferente que en Santander. O que en Madrid y Canarias. Es un principio básico que produce un desinterés, o una falta de implicación, en la Democracia por parte de muchos ciudadanos. Las leyes básicas de la Democracia, que a todos nos han enseñado desde pequeñitos, se ven "corregidas" por la Ley de D'Hont y la importancia, no de votar, sino, lo que es más importante, de vivir en una Democracia, se ausenta cuando se aplican mecanismos que favorecen a las mayorías y que envían, cientos de miles de votos, por ejemplo en el caso de Izquierda Unida, no al cubo de la basura, pero sí al desván.

2) Que no haya que elegir entre votar al desván o al salón de los pasos perdidos. Así llaman los diputados en el Congreso a ese lugar que no es la cafetería. Circunscripciones sí, pero adscribiendo los diputados a los distritos post-electoralmente. O con distritos directamente y una circunscripción grande llamada España que corrigiera la escasa representatividad de, Izquierda Unida, otra vez de ejemplo, que consigue más de un millón de votos y únicamente 5 diputados. Y luego resulta que los diputados, de cualquier partido, en el congreso no tienen más responsabilidades individuales que las que les otorga su grupo parlamentario, no parecen especialmente comprometidos con las provincia por las que han salido elegidos y no disponen de los medios que a todos nos deberían parecer medio normales para que pudieran desempeñar bien su función. Sedes en las circunscripciones, personal a su cargo, retribuciones más altas, en fin todas esas cosas que el franquismo sociológico rechaza porque ya que tienen una Democracia, por lo menos que esa Democracia no cueste dinero...

3) ¿Para qué sirve el Senado? Para mantener, ahí sí, la Ley D'Hont, incluso corregida a favor de las Comunidades que menos población tienen, pero más municipios o circunscripciones electorales. Ahí el peso de los partidos regionalistas y nacionalistas sí es justo, si esta se convierte en una Cámara Territorial. Así el Senado pasaría a ser la cámara principal en todos aquellos asuntos que requirieran del acuerdo de una o más comunidades o que afectaran a las competencia autonómicas. El Parlamento contaría con igual peso en todos los asuntos de estado y en la mayoría de las leyes, pero se reequilibraría el peso que tienen los partidos nacionalistas y regionalistas en la formación de mayorías de gobierno. Esto que suena simplemente bien, es esencial. La mayoría de los españoles, hilando muy fino, de los que antes que ninguna otra cosa, de su patria chica o ciudadanos del mundo, se consideran españoles, han desarrollado un odio, pueril, adolescente, pero tremendo, contra vascos, catalanes y cualquier partido cuyas siglas no les suenen mucho. Y esto quien se siente vivir políticamente en la periferia del centro legislativo, Madrid, no lo entiende. No entiende que se vote por los intereses propios, por tener las administraciones más cercanas, por conocer a los políticos no por las siglas de los partidos, sino por unos nombres y apellidos que hablan su lengua. Y equivocadamente se sigue hablando de "Madrid" cuando hay un estado ya muy descentralizado entre las administraciones locales, las autonómicas y las europeas. Sin embargo la animadversión continua porque se vota sin leer los programas electorales, se vota, exclusivamente, con el ánimo. Y es un ánimo poco saludable votar en contra de.

4) Votemos a favor. Votar a favor es infinitamente más difícil que votar en contra. Hay que saber de qué se está a favor. De qué principios. De qué efectos, profundos tiene en la sociedad la puesta en marcha de un programa político. De qué intereses humanos se protegen, o se desabrigan, en caso de estar a favor de una u otra cosa. Y al final de todo ello está el egoísmo inteligente: si nuestros principios y valores, para unos sustantivos en el ejercicio al voto, para otros un simple derecho a la libertad de expresión, el votar, qué sociedad van a dar como resultado. ¿Viviremos mejor o peor si viven mejor o peor nuestros conciudadanos? Esta es la pregunta que bien respondida ha de dejar a la derecha con no más de media docena de diputados en toda España. Media docena porque en toda encuesta están los que no saben y contestan y las olimpiadas de esa metodología se substancian, demasiado a menudo, precisamente el día de las elecciones.

5) Vivir sin partidos de derechas tranquilizaría mucho a nuestra mundo. Y es que resulta curioso que el bipartidismo político sea la continuación de las guerras civiles, en todos los países, por otros medios. Sólo así se explica que haya que bipolarizar las democracias entre dos tendencias ,a menudo hacia una de derechas y otra más de derechas aún, como en Estados Unidos. Siendo la derecha tan real, tan crudamente "realista" en sus ideas de cambiar la sociedad a cambio del mercado, cambalache, cómo es posible que tengan un respaldo electoral ininteligible para los intereses, primero de la inmensa mayoría de los que les votan y, segundo, para la mayoría minoritaria de los que no votan. Sólo la famosa frase de Clausewitz de que la política es la continuación de la guerra por otros medios explica que se puedan aplicar políticas económicas como las que se hacen con el consentimiento o el asentimiento tácito de las mayorías. Votan en contra de sus propias vidas, en contra de lo que han sido y en contra de lo que serán en la próxima crisis económica.