La Izquierda del Siglo XXI. La Izquierda Libertaria.

7 de noviembre de 2006

La Red Hipercontextual. Parte II.

Parte II. Las alas de la mariposa.

Algunos dirán que la información es necesaria precisamente donde no podemos acceder a la realidad. Necesitamos información de aquello en lo que no tenemos existencia, desde un espacio geográfico distante y que es inaccesible, al casi infinito de acciones, casi infinito puesto que no hay un parámetro cognoscible que pueda *en realidad* evaluarlas, que se desarrollan simultáneamente en, al, mismo tiempo. La simultanedad de acciones y situaciones en el tiempo es el argumento principal para revocar la teoría morbosa, y extremadamente popularizada con intención de revestir de nuevo de un caracter mítico y cuasi-religioso a la ciencia, del movimiento de las alas de la mariposa. La probabilidad de la excepción no deviene de una de las alas entre un millón, sino del conjunto de todas: en la realidad excepción lo es todo.

Aún así la información propone que una sola de las mariposas sea la real o causa de lo real. Que el movimiento de sus alas, aisladas de todos los demás movimientos anteriores o posteriores y simultáneos en el tiempo, produzcan, hayan producido o vayan a producir un acto real. Para la información un sólo sujeto, acción o situación son productores no de realidad, sino de la realidad. Es más, la han generado y han generado no cualquier realidad sino una que prácticamente sin presente, y con un pasado y un futuro que únicamente la continúan, vertebra todo lo otro de lo real, lo accesorio para la información. En esto se asemeja mucho al discurso dominante de la Historia para el cual lo real o es un acontecimiento o es una anécdota y lo que no es tal, o no coincide, no existe en la práctica. La información en sus diversas variantes contemporáneas, ciencia, historia, formación académica, es una relación, un inventario, sistemático de exclusiones. Aceptar esas reglas del juego supone únicamente discutir sobre qué se excluye y qué no, reforzando un discurso dominante que permite incluso variar la información, introducir elementos nuevos o discutirlos en ésta, pero no transformar la realidad, ni mucho menos.

Parecería entonces que ese orden de cosas pone de un lado a l@s que están con la realidad y de otro a los que están con la información. Pero el problema es que tod@s hacemos inteligible al mundo generando nuestra propia información sobre él. Lo que otros dicen, o el lenguaje mismo, cuanto más se parece al que tod@s dicen, o el que en tod@s habla, tiene una posibilidad mayor de aceptarse comunmente como un fiel reflejo de la realidad, la realidad misma o el lugar de ella. Lo real, para la información, sería aquello de lo que una mayoría está informada, lo que es manipulado de modo que una mayoría lo entienda, lo reciba. Eso genera un mecanismo perverso y totalitario en el que, por ejemplo, los grupos que controlan la información producen una mayoría, pero no una mayoría de opiniones, sino una mayoría con una única opinión que matiza, centrífugamente, su homogeneidad. La unidad, ese fantasma político del fascismo que es transversal, como el fascismo mismo, a ideologías, organizaciones y grupos culturales y sociales, hace el resto conformando receptáculos estancos dentro de la ciudad profundamente gregarios aunque aparentemente dinámicos. La soledad, en ese sentido, es a la libertad lo que la masa es a la sociedad. La sociedad se atomiza y reproduce los elementos políticos de la ciudad moderna, representación, jerarquía y poder, allí donde los espacios aceptan en todo o en parte esa cultura.

Lo político en un sentido mucho más amplio que lo político a trozos (lo político de los partidos): derecha e izquierda son reinterpretaciones del significado de lo autoritario y lo antiautoritario. En términos de sociedad el sentido de estos es anterior al sentido parlamentario de derecha e izquierda que viene de la revolución francesa. Pero lo autoritario y lo antiautoritario son también elementos ideológicos tranversales en la sociedad, de raíces muchísimo más profundas y que se encuentran en culturas, ideologías, grupos sociales, políticos o económicos de todo tipo. La información sería una forma del autoritarismo y el aprendizaje una forma de lo libertario, de lo antiautoritario. El extremismo es, entonces, una saturación informativa, brutalmente superficial como todo lo identitario.